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Carolina Soria
Que aún la palabra/ Carolina Soria [+]

ISBN-978-987-8952-07-9

Carolina Soria en "Que aún la palabra" escribe, con materiales de alta resistencia —melancolía y precisión— algo que ocurre acá y ahora, pero que ya está lejos a su vez, el fin incluyendo el inicio, un conjunto de palabras que lo describen y pugnan por retenerlo, en la nostalgia de haber estado en otro momento ("Puede alguien detenerse/ en el afán/ de nombrar el dolor?"); y adivina lo que había dentro, lo materializa en el interior de una mano ahuecada, en la resistencia solitaria al daño y al silencio: signos, cartas o recuerdos que permanecen en el mundo después de su tiempo de brillo; al igual que en la cinta de Moebius cada palabra encierra una increíble superficie de un solo lado, a veces posible, a veces tierra baldía ("cómo escribir el olvido// si vibra aún/ el pistilo carmín/ en una hebra de la voz"). Un hipotético lector del presente libro podría cerrar los ojos y volver a abrirlos, y si las letras continuasen visibles tras ese gesto, repetir en voz baja: ("Quise escribir sobre las cerezas/ para pedir perdón// y la heladera está vacía"). Un poema nunca depende de comedias de situaciones, ni pregunta cómo hubiera sido hermoso que fuera.

 

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El infierno prometido

ISBN-978-987-4044-56-3

                                        

Un reloj de sol señala sólo las horas claras. Carolina Soria retrata en "El infierno prometido", el otro lado del jardín. Los poemas que incluye el volumen recuperan con escrúpulo cronológico un instante, un rapto, una prisa encendida, y los mantienen vivos sobre la tierra. Qué luz quedará dando un contenido preciso a una palabra, cuántas veces habrá que despedirse y retornar por el propio camino, cuántas insistir en recordar algo, sin saber por qué, acaso porque el amor es muchas cosas y entonces el mundo logra convertirse en algo más sencillo; de nada serviría saberlo. Desde lejos, más lejos de lo lejos, sin el auxilio del sonido ("pedí la palabra y la perdí"), tal vez ya no sea el recuerdo sino la imaginación lo que puede observarse desde la ventana del suburbio ("y afuera solo calma/solo noche") o del otro lado de la página impresa ("volverá/ parte de vos/al mundo"); en cada palabra hay un prodigio y como indicara Octavio Paz: “El poeta no es el que nombra las cosas sino el que disuelve sus nombres, el que descubre que las cosas no tienen nombre y que los nombres con que las llamamos no son suyos”.

 

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Carolina Soria
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